DISCURSO DE INAUGURACION DE LA XIX REUNION DEL CONSEJO DIRECTIVO DE ALANAM
Resumen
Te arrulla el mar, te velan las montañas,
Te arde la frente y por los pies tiritas;
Con sus próvidas manos infinitas
Dios está removiendo tus entrañas.
Es la voz del poeta español Enrique Díez-Canedo, una descripción imaginativa de los rasgos distintivos de la singular geografía de Chile y, talvez, una premonición de sus turbulencias y tragedias. En febrero pasado, el quinto sismo más intenso de que haya registro en el mundo, remeció con inusitada violencia una extensa zona del país, donde reside el 80% de la población. Más de cuatrocientos kilómetros de la costa del centro-sur de Chile sufrieron, además, el embate de un mar embravecido. Se destruyeron 200.000 mil viviendas, 4.000 escuelas, 200 puentes y 79 hospitales, además de varios puertos, aeropuertos y edificios patrimoniales; miles de puestos de trabajo se perdieron y, como consecuencia, se incrementaron los índices de pobreza. El daño estimado es de 30 mil millones de dólares.
Por cierto, la mayor desgracia fue la muerte de más de quinientas personas y, arrastrados por el mar, alrededor de un centenar de desaparecidos. La ayuda de los países, de nuestro y de otros continentes, fue pronta, generosa y eficaz. Con todo, Chile o “una loca geografía”, al decir del escritor nacional Benjamín Subercaseaux, está hoy erguido, reconfortando sus dolores y restañando sus heridas, con renovada fe en su porvenir