Hallazgo incidental de un quiste hepático no parasitario gigante.
Palabras clave:
Quiste hepático, enfermedad poliquística, quiste hepático no parasitario.Resumen
Sr Editor: Un paciente varón, de 66 años, consultó a Urgencias en varias ocasiones por palpitaciones, disnea e hipocondralgia derecha. En el examen físico, no se hallaron soplos cardíacos ni vasculares, y la analítica básica resultó normal. Sin embargo, en el ECG destacó la existencia de una fibrilación auricular rápida y en la radiografía de tórax la de una elevación del hemidiafragma derecho hasta el nivel auricular derecho (Figura 1-A). Tras iniciar tratamiento para su arritmia, el paciente fue derivado a cardiología para estudio. En el ecocardiograma se comprobó que el corazón no presentaba anomalías estructurales significativas pero, sin embargo, existía una imagen quística paracardial, de origen hepático y de al menos 13 x 11 cm de diámetro (Figura 1-B, «), comprimiendo la aurícula derecha. Ante estos hallazgos, y dada la persistencia de la clínica de hipocondralgia, plenitud abdominal y anorexia, se realizó una tomografía computarizada abdominal (TCa), que confirmó la presencia de una enfermedad poliquística hepática, existiendo un hígado aumentado de tamaño con múltiples quístes pequeños de diversos diámetros y un quiste único gigante (de 18,5x16,5x17,5 cm de diámetros) que ocupaba los segmentos IV, V y VIII hepáticos (Figura 1-C y D,«). Inicialmente se realizó drenaje percutáneo del quiste, obteniéndose 4000 ml de un líquido seroso aséptico con anatomía patológica benigna y logrando una gran mejoría de la clínica, si bien persistió la fibrilación auricular. Posteriomente, el paciente presentó recidiva del quiste, complicada con su sobreinfección por Staphiloccocus Aureus y hemorragia intraquística, lo que motivó la instauración de antibioterapia endovenosa y la realización de una fenestración quirúrgica del quiste, mediante laparotomía subcostal, sin complicaciones.
Un quiste hepático es una formación de contenido líquido-seroso, rodeada de parénquima hepático normal y sin comunicación con la vía biliar intrahepática, Su hallazgo plantea principalmente el diagnóstico diferencial entre el absceso piógeno, el quiste hidatídico, el cistoadenoma y la enfermedad quística no parasitaria, la cual incluye: la enfermedad poliquística hepática (EPH), la fibrosis hepática congénita, el microhamartoma biliar y el quiste hepático simple (QHS)1,2. Aunque existen diversas clasificaciones de los quistes hepáticos (verdaderos o falsos, no parasitarios o parasitarios, etc) con fines prácticos pueden dividirse en congénitos (QHS y EPH) y adquiridos. En cuanto a los congénitos, son también no parasitarios, y ya sean solitarios (QHS) o múltiples (EPH), en la mayoría de los casos son asintomáticos y presentan una función hepática normal, por lo que suelen constituir un hallazgo incidental en pruebas de imagen; son más frecuentes en la mujer, y mientras la EPH del adulto presenta una herencia autosómica dominante y una incidencia del 0,06 al 0,13%, el QHS se detecta hasta en 2-7% de la población adulta 2,3.
El que los quistes ocasionen clínica depende principalmente de su mayor tamaño y de su ubicación, pudiendo comprimir las estructuras adyacentes torácicas o abdominales y ocasionar, como síntoma más frecuente, dolor abdominal (epigastralgia o hipocondralgia derecha, ya sea por la propia hepatomegalia o por compresión de estructuras vecinas), así como plenitud postprandial, náuseas o vómitos, disnea, dolor torácico o en hombro derecho, palpitaciones y más raramente ictericia obstructiva o ascitis; así mismo, la clínica también puede ser debida a sus complicaciones, entre las que destacan la hemorragia, su rotura traumática o espontánea, la infección intraquística, la torsión, la fistulización a duodeno o árbol biliar y, excepcionalmente, su malignización 2,3.
Los quistes asintomáticos no requieren tratamiento y pueden ser seguidos periódicamente. Para los quistes sintomáticos existen diversas modalidades terapéuticas, ya sean no quirúrgicas (como es la punción y aspiración percutánea del quiste, con o sin la inyección de sustancias esclerosantes) o quirúrgicas (como la fenestración, quistectomía, destechamiento con o sin colocación de epiplón, resección hepática e incluso el transplante hepático). La fenestración es una técnica que puede realizarse mediante laparotomía o laparoscopia; actualmente la vía laparoscópica constituye la técnica de elección en los quistes grandes sintomáticos, especialmente si son únicos, y localizados superficiales en los segmentos anteriores hepáticos3-6. El drenaje percutáneo guiado por ecografía sólo se indica como tratamiento temporal, para el alivio sintomático, y en los casos en que la cirugía está contraindicada.
El caso presentado resulta peculiar y de interés porque, en primer lugar, se trata de una EPH, entidad poco frecuente, que en este caso afectaba a un varón y que, además, presentaba un quiste hepático gigante. En segundo lugar, la clínica por la que consultó el paciente se atribuyó inicialmente a una fibrilación auricular de difícil control farmacológico; cabe destacar que, en este paciente y ante la ausencia de una cardiopatía estructural que la justificara, la arritmia estuvo causada por la compresión extrínseca de la aurícula derecha. Y, en tercer lugar, el caso muestra que la ecocardiografía es una prueba de imagen básica y fundamental para el estudio cardiovascular, pero también útil para un estudio, al menos somero, de las estructuras adyacentes y muy especialmente del hígado.
Delicia Inés Gentille Lorente